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El Viscoso

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Su abuelo, don Nino, había llegado a Argentina desde Italia a comienzos del siglo XX, trayendo consigo no solo sus sueños de una nueva vida, sino también un pacto no escrito con la familia Branca, los creadores del Fernet. Desde hacía generaciones, los Nino habían sido socios silenciosos en la distribución del licor, un negocio que se entrelazaba con secretos y viejos rencores familiares.

El abuelo de Héctor se hizo cargo del negocio en Argentina, distribuyendo Fernet desde un almacén en Córdoba, donde la bebida se volvió casi tan esencial como el agua. Pero la familia Nino no solo era distribuidora. Se decía que conocían la receta secreta del Fernet Branca, transmitida en códigos y claves entre las generaciones. Esa receta, el corazón del negocio, era también una maldición.

Años después, su padre, Aníbal, tomó las riendas de la empresa. Sin embargo, Aníbal era un hombre conflictivo y ambicioso, que veía en el Fernet Branca no solo una oportunidad económica, sino una vía para el poder absoluto. Quería dominar todo el mercado del Fernet, desde Córdoba hasta Buenos Aires, y estaba dispuesto a traicionar a quien fuera para lograrlo, incluso a su propia sangre. Fue así como surgieron peleas violentas dentro de la familia, con acusaciones de traición, robos de fórmulas y alianzas con los sectores más oscuros del poder.

El joven Héctor, o el Viscoso, creció en medio de esos conflictos familiares. Para él, el Fernet no era una bebida, sino un símbolo de todo lo que estaba roto en su vida. Su padre, implacable y frío, le inculcó la idea de que debía continuar con el negocio, pero Héctor nunca lo quiso. El Fernet Branca era una herencia de la que no podía escapar, pero que tampoco deseaba.

Todo se complicó cuando la dictadura se instaló en Argentina. Su padre, Aníbal, vio en el régimen una oportunidad para expandir su poder y colaboró con los militares, utilizando su red de distribución para financiar actividades ilegales y lavar dinero. Héctor, por otro lado, se oponía a la dictadura en silencio, sabiendo que su vida corría peligro, especialmente porque su familia estaba ahora vinculada al poder opresor.

Cuando el régimen comenzó a purgar incluso a aquellos que alguna vez fueron sus aliados, su padre cayó en desgracia. Aníbal fue arrestado, y el negocio del Fernet quedó en ruinas. Héctor sabía que era cuestión de tiempo antes de que los militares también fueran por él, ya fuera por su apellido o por las sospechas de que había estado ayudando a grupos de resistencia.

Una noche, después de despedirse en secreto de su madre y dejar atrás todo lo que conocía, abordó un barco rumbo a Barcelona. Llevaba solo una pequeña maleta y una botella de Fernet Branca, como un recordatorio de la historia familiar que, por más que quisiera, no podría enterrar tan fácilmente.

Cuando llegó a Barcelona, se instaló en el barrio del Raval, entre otros inmigrantes que también huían de sus propias tragedias. Allí, intentó reconstruir su vida. Sin embargo, el Fernet nunca dejó de perseguirlo. En las noches solitarias en algún bar oscuro, los recuerdos de su familia y su país lo visitaban con cada sorbo que daba de la botella negra. Había intentado dejar atrás su apellido, su historia, pero el Viscoso no podía evitarlo: el Fernet Branca lo había marcado de por vida.

Lo curioso fue que, con el tiempo, el Viscoso comenzó a notar que en Barcelona, donde nadie conocía la bebida, el Fernet se convertía en un objeto de fascinación. Los pocos que probaban la oscura mezcla de hierbas y especias la encontraban exótica y misteriosa. Así que, sin querer, Héctor volvió a lo que tanto había odiado: empezó a traer botellas de contrabando desde Italia, convirtiéndose en un pequeño distribuidor del licor que llevaba su apellido maldito.

A pesar de sus esfuerzos por escapar, el Viscoso estaba destinado a seguir los pasos de su familia. Pero en lugar de dejar que el Fernet lo consumiera, como había hecho con su padre y su abuelo, decidió usarlo para su propio beneficio. En su pequeño círculo de amistades en Barcelona, Héctor se convirtió en una leyenda urbana, un hombre con una historia envuelta en misterio, traición y un licor oscuro que, para los catalanes, era tan extraño como intrigante.

Y así, el Viscoso encontró su lugar en el mundo, atrapado entre dos tierras, dos historias, y una bebida que lo conectaba con el pasado, pero también lo mantenía vivo en su exilio.

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dorelchetia19

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