En las colinas onduladas de Sant Sadurní d’Anoia, conocido como el corazón del cava en Cataluña, apareció un día un husky de pelaje blanco y gris, con los ojos como pedazos de cielo. Lo llamaban Sabático, pues nadie sabía de dónde venía, pero su espíritu errante y su caminar sereno hablaban de alguien que había recorrido más caminos de los que un simple humano podría imaginar.
Sabático llegó una mañana fría, cuando la niebla aún cubría las viñas y los aromas de mosto fermentado llenaban el aire. La gente del pueblo lo notó de inmediato. No era común ver un husky en una tierra donde las uvas reinaban y los inviernos eran suaves. Su figura llamativa despertó curiosidad, pero Sabático, fiel a su nombre, no buscaba atención; buscaba experiencias.
El encuentro con Pere, el bodeguero
En una pequeña bodega familiar, Sabático conoció a Pere, un anciano bodeguero que había dedicado su vida a cuidar sus viñas y producir cava artesanal. Pere encontró al husky sentado frente a su puerta, observando como si esperara una invitación. Al principio pensó que era un perro perdido, pero al mirar a Sabático a los ojos, supo que no era así.
“¿Qué haces aquí, amigo?” le dijo Pere, ofreciéndole un pedazo de pan. Sabático aceptó el gesto con dignidad, sin prisa, como si entendiera el valor de cada migaja. Desde ese momento, Pere y Sabático se convirtieron en compañeros.
Pere, que solía trabajar solo, empezó a hablarle al husky mientras podaba las viñas o cuidaba las barricas. Aunque el perro no respondía, su presencia le daba una tranquilidad que Pere no había sentido en años.
El descubrimiento en las cavas
Un día, mientras Pere limpiaba las cavas subterráneas, Sabático desapareció por un momento. Pere lo encontró poco después, sentado frente a una pared vieja y cubierta de moho. Ladraba suavemente, como si quisiera llamar la atención hacia algo oculto. Pere, intrigado, empezó a inspeccionar la pared.
Para su sorpresa, descubrió que detrás de los ladrillos había una pequeña habitación olvidada. Dentro, encontró viejas botellas de cava, etiquetadas con el nombre de su abuelo. Eran reliquias de una época pasada, con un sabor y una historia que Pere creía perdidos para siempre.
Sabático, de alguna manera, había guiado a Pere a un tesoro familiar que revitalizó no solo la bodega, sino también el espíritu del anciano. Pere decidió que esas botellas serían parte de un homenaje especial, una edición limitada que contaría la historia de su familia y del husky que la hizo posible.
El festival de la vendimia
Cuando llegó el festival de la vendimia en Sant Sadurní, Sabático se convirtió en una especie de celebridad local. Los niños lo adoraban, corriendo detrás de él mientras él trotaba con su porte majestuoso entre los barriles y las viñas. Los adultos contaban historias sobre cómo había ayudado a Pere y decían que el perro era un espíritu del bosque, un guardián de las tierras del cava.
Durante el desfile del festival, Sabático marchó al frente, junto a Pere y una de las botellas rescatadas, que se había convertido en símbolo de la perseverancia y la conexión con el pasado.
La partida
Como todos los viajeros, Sabático sabía que su tiempo en Sant Sadurní no podía ser eterno. Una mañana, cuando Pere salió a buscarlo, el husky ya no estaba. Había partido silenciosamente, dejando tras de sí un legado de historias y corazones tocados por su presencia.
Aunque nunca volvió, los habitantes del pueblo aún hablan de él. Pere, cada vez que descorcha una de esas botellas especiales, levanta su copa al cielo y brinda por su amigo de cuatro patas, el espíritu libre que llegó para recordarles a todos que incluso las almas errantes tienen un propósito.
Leyenda local
En Sant Sadurní, Sabático no fue olvidado. Los niños inventaron canciones sobre el husky viajero, y los viticultores empezaron a llamarlo “el guardián del cava”. Algunos incluso afirman haberlo visto trotando entre las viñas bajo la luz de la luna, como si aún vigilara el lugar que por un breve momento llamó hogar.
